lunes, 26 de septiembre de 2011

El sexo con él era todo un arte. Una autentica obra maestra.

No me escapaba después de la ducha para evitar su cara y arrepentirme en el acto.
Me trataba distinto que todos los hombres que habian rozado mi piel.
Había una magia en el aire. Una quimica contaste que ebullecia cada vez que nuestros cuerpos eran uno.
No teniamos planes de futuro.
Viviamos entre lenguas y piernas enredadas del otro.
Eramos rock and roll y por las noches una balada.
Mis ojos se encarnaban en todo su ser. Deseaba sin cesar vivir dentro suyo.
Transformarme en ELLA, que él me diga ella toda su vida.
Cuando tenga que hablar de mi se refiera con un: Ella que paralize el cuerpo de cualquier género femenino que intente apropiarse sutilmente de ese guitarrista
que me llevaba al cielo sin documentos.
Lo inspiraba en las letras de sus canciones y él era mi musa para plasmar en hojas las ganas de ser suya hasta que me odie.
Dedos resbaladizos por la espalda que suavemente llegaban a la cintura, daban media vuelta sobre las caderas.
Su efecto era con un fin. Girar el cuerpo con leves animos y acabar en unos labios mojados. Nos llevaba de nuevo a ser uno. UNO.
                                                      Y así pasaba las horas, dentro mio.